Espacios de vida….
EL ABUELO Y LA CASA PATERNA
EL ABUELO Y LA CASA PATERNA
Me daba un poco de
temorcito…y una gran sensación de soledad cuando pasaba por aquel pedacito de
lo que había sido un cuarto de lavadero alguna vez….. y también tenía restos de
lugar para bañarse en la pared de la entrada ……al voltear arriba podía ver los
rayos del sol que atravesaban entre
tablones colgando con unos grandes clavos que habían detenido un techo
del que todavía quedaban restos en
algunas partes y eran los que desfiguraban mi silueta con su sombra. Se recargaban sobre un muro deslavado que se le figuraban canalitos por donde había pasado
el agua y en la parte mas ancha de abajo se podía ver que estaba hecho con unos grandes cuadros de adobe.
Casi siempre daba
traspiés ya sea por la tierra suelta que pisaba …o porque se me atravesaba la buchipelado ponedora o aquella
gallina pintita negro y blanco que no me acuerdo como la llamaba mi mamá y que
me encantaba hacer enojar en los mediodías amarrándole las patas para que no
pudiera caminar.
El olor
calientito de la jarra color naranja nacarado brillante que apenas podía
y que todavía llevaba colgando las barbas de elote porque le dijeron a mi mamá que
este té era bueno para los riñones, y el
plato con arroz blanco y pescado asado, me recordaban que debía apurarme y los
iba cuidando con mucho esmero recargándolos sobre mi vestido nuevo que me había
mandado mi tía Amanda de Tijuana el año
pasado cuando vino mi papá a visitarnos.
Luego empezaba a
entrar a lo que era el oscuro comedor
que se me hacía inmensamente grande y cuando a mi izquierda tras una pared
resanada sin color con una pequeña ventanita arriba, escuchaba caer agua….. era
que mi abuelo se estaba bañando.
Abuelooo aquí le traigo su comida….. le decía
para que me escuchara pero nunca esperaba respuesta. Si acaso un grito
lejano……eeeeeeeeeeeeeepp.
Seguía caminando ahora sobre unos cuadros grandes de piso de
cemento con polvo enmohecido y pegado sin huellas como si hiciera tiempo que
nadie pasara por ahí…y lograba verlos porque me entraba luz por entre los
rombos de las dos puertas gemelas del patio que daban a la cochera donde
algunas vez llenaron de luz el lugar pero luego nunca más se abrieron
pues tenían unas rejas de tablitas delgadas cruzadas bien tejidas por una enredadera que viviera
ahí por muchos años.
Me daban luz también unos finísimos rayos de sol que
pasaban por los agujeritos del techo hechos para los clavos en las láminas y me encantaba ver
esos rayitos porque en gran contraste con la oscuridad, en su camino parecieran como unos delgadísimos
largos y largos reflectores de teatro
donde mostraban bailando miles y miles de partículas del aire del espacio que
se veían en constante movimiento desde arriba donde entraban hasta el suelo y
yo…casi tiraba la jarra y el plato siempre por querer jugar con esos rayitos
antes de traspasarlos.
Muchos rayitos
recortaban siluetas a mi izquierda sobre
algo que pareciera una mesa larga de tablones que daba la sensación de que fue
una casa llena de familia y algarabía donde en medio de unos
grandes preparativos se hubiera detenido de repente el tiempo quedando puestas
las grandes vasijas cucharas, calentaderas, cafeteras y trastos de aluminio de todas las medidas
esperando al lechero para servir la
mesa.
Antes de voltear al frente donde estaba la estufa y otros muebles de
madera
Daba vuelta a los
dos gigantes y gruesos pilares que
alguna vez fueron blancos y llegaba a una mesa grande y una mesa chica de
madera. En la mesa grande acomodaba la jarra y el plato sobre un limpio mantel
floreado. Si no tenía cuidado se me
movía la mesa que no tenía mucha fuerza ya para sostener cosas y estaba recargada en el muro escalonado de ladrillo
que siempre dividía ese gran comedor.
Estirándome de puntitas al otro lado del muro… sentía mas abandono porque podía ver una cama grande de tubos gruesos de
fierro abandonada sobre una esquina de pared notándose desde lejos que no había
dormido nadie en muchos años….
Otras veces no
escuchaba ningún ruido…. entonces suponía que mi abuelo dormía en su recamara y
me acercaba de puntitas a aquella puerta de cedro que serviría tantos años después...para
cerrar la cocina cuando viviera yo con mi madre en esta misma casa de la esquina. Me trataba de asomar por una pequeña
cerradura o por el hueco agrandado donde colgaba la aldaba… pero también estaba oscuro para adentro. Le
sonaba la aldaba y esperaba a ver si me había escuchado.. a veces.. me gustaba
que se tardara para seguir mirando siempre con mucha curiosidad aquel mueble de
grandes de cajones que algunas veces abría y
disfrutaba con el aroma que ya está desapareciendo de libros guardados
como si fuera un tesoro con pétalos
secos entre hojas que te decían donde habías dejado la lectura…y los abría y leía
pedacitos cuando podía y los guardaba rápido para que no me viera mientras que él abría la puerta y con paso lento… muy lento… me daba la mano
para ayudarle a pasar aquellos dos raros
escalones en el piso de la puerta que era uno para arriba con un corte de
triángulo hacia el centro y un hueco tal
como si fuera para que saliera agua por el centro y el otro para bajar.
Muy arreglado siempre mi abuelo con aquellos
bonitos pantalones planchados con esmero y bien fajados, ropa fina y zapatos
boleados aunque pareciera que le pesaban mucho…. Ya que lograba pasar los
escalones caminaba conmigo hacia la mesa y cuando se sentaba a comer y ya no me
pedía nada… escuchando su dentadura de plástico lo dejaba y salía corriendo
para la casa por el mismo camino que había llegado.
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