sábado, 20 de julio de 2013

El abuelo y la casa paterna

Espacios de vida….

EL ABUELO Y LA CASA PATERNA

Me daba un poco de temorcito…y una gran sensación de soledad cuando pasaba por aquel pedacito de lo que había sido un cuarto de lavadero alguna vez….. y también tenía restos de lugar para bañarse en la pared de la entrada ……al voltear arriba podía ver los rayos del sol que atravesaban entre  tablones colgando con unos grandes clavos que habían detenido un techo del que todavía  quedaban restos en algunas partes y eran los que desfiguraban mi silueta con su sombra.  Se recargaban sobre un muro deslavado que se  le figuraban canalitos por donde había pasado el agua y  en la parte mas ancha de abajo  se podía ver que estaba hecho con  unos grandes cuadros de adobe. 
Casi siempre daba traspiés ya sea por la tierra suelta que pisaba …o porque se me  atravesaba la buchipelado ponedora o aquella gallina pintita negro y blanco que no me acuerdo como la llamaba mi mamá y que me encantaba hacer enojar en los mediodías amarrándole las patas para que no pudiera caminar.  

 El olor  calientito de la jarra color naranja nacarado brillante que apenas podía y que todavía llevaba colgando las barbas de elote porque le dijeron a mi mamá que este té era bueno para los riñones,  y el plato con arroz blanco y pescado asado, me recordaban que debía apurarme y los iba cuidando con mucho esmero recargándolos sobre mi vestido nuevo que me había mandado  mi tía Amanda de Tijuana el año pasado cuando vino mi papá a visitarnos.

Luego empezaba a entrar a lo que era el oscuro  comedor que se me hacía inmensamente grande y cuando a mi izquierda tras una pared resanada sin color con una pequeña ventanita arriba, escuchaba caer agua….. era que mi abuelo se estaba bañando.

  Abuelooo aquí le traigo su comida….. le decía para que me escuchara pero nunca esperaba respuesta. Si acaso un grito lejano……eeeeeeeeeeeeeepp.  

Seguía caminando  ahora sobre unos cuadros grandes de piso de cemento con polvo enmohecido y pegado sin huellas como si hiciera tiempo que nadie pasara por ahí…y lograba verlos porque me entraba luz por entre los rombos de las dos puertas gemelas del patio que daban a la cochera  donde  algunas vez llenaron de luz el lugar pero luego nunca más se abrieron pues tenían unas rejas de tablitas delgadas cruzadas  bien tejidas por una enredadera que viviera ahí por muchos años.  

Me daban luz  también unos finísimos rayos de sol que pasaban por los agujeritos del techo hechos para  los clavos en las láminas y me encantaba ver esos rayitos porque en gran contraste con la oscuridad,  en su camino parecieran como unos delgadísimos largos y  largos reflectores de teatro donde mostraban bailando miles y miles de partículas del aire del espacio que se veían en constante movimiento desde arriba donde entraban hasta el suelo y yo…casi tiraba la jarra y el plato siempre por querer jugar con esos rayitos antes de traspasarlos. 

Muchos rayitos recortaban siluetas  a mi izquierda sobre algo que pareciera una mesa larga de tablones que daba la sensación de que fue una casa  llena de  familia y algarabía donde en medio de unos grandes preparativos se hubiera detenido de repente el tiempo quedando puestas las grandes vasijas cucharas, calentaderas, cafeteras y  trastos de aluminio de todas las medidas esperando  al lechero para servir la mesa. 

 Antes de voltear al frente  donde estaba la estufa y otros muebles de madera
Daba vuelta a los dos gigantes y gruesos  pilares que alguna vez fueron blancos y llegaba a una mesa grande y una mesa chica de madera. En la mesa grande acomodaba la jarra y el plato sobre un limpio mantel floreado.  Si no tenía cuidado se me movía la mesa que no tenía mucha fuerza ya para sostener cosas y estaba  recargada en el muro escalonado de ladrillo que siempre dividía ese gran comedor.  Estirándome de puntitas  al otro  lado del muro… sentía mas abandono porque  podía ver una cama grande de tubos gruesos de fierro abandonada sobre una esquina de pared notándose desde lejos que no había dormido nadie en muchos años….

Otras veces no escuchaba ningún ruido…. entonces suponía que mi abuelo dormía en su recamara y me acercaba de puntitas a aquella puerta  de cedro que serviría tantos años después...para cerrar la cocina cuando viviera yo con mi madre en esta misma casa de la esquina.   Me trataba de asomar por una pequeña cerradura o por el hueco agrandado donde colgaba la aldaba…  pero también estaba oscuro para adentro. Le sonaba la aldaba y esperaba a ver si me había escuchado.. a veces.. me gustaba que se tardara para  seguir mirando  siempre con mucha curiosidad aquel mueble de grandes de cajones que algunas veces abría   y disfrutaba  con el  aroma que ya está desapareciendo de libros guardados como si fuera un tesoro  con pétalos secos entre hojas que te decían donde habías dejado la lectura…y los abría y leía pedacitos cuando podía y los guardaba rápido para que no me viera  mientras que él abría la puerta  y con paso lento… muy lento… me daba la mano para ayudarle a pasar  aquellos dos raros escalones en el piso de la puerta que era uno para arriba con un corte de triángulo hacia el centro y un hueco  tal como si  fuera para que  saliera agua por el centro  y el otro para bajar.


  Muy arreglado siempre mi abuelo con aquellos bonitos pantalones planchados con esmero y bien fajados, ropa fina y zapatos boleados aunque pareciera que le pesaban mucho…. Ya que lograba pasar los escalones caminaba conmigo hacia la mesa y cuando se sentaba a comer y ya no me pedía nada… escuchando su dentadura de plástico lo dejaba y salía corriendo para la casa por el mismo camino que había llegado.

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